Y, en eso llegó Tardà
Al celebrarse los 30 años de la Constitución española, se ha puesto de manifiesto una vez más que aquél consenso que permitió hilvanar consensos y aunar voluntades ya no existe.
El espíritu constitucional, más allá de lo que nos hubiera gustado a cada uno que fuera la Constitución, es un arma arrojadiza de unos contra otros, siendo los representantes de la derecha más rancia y casposa los que pretenden erigirse en principales y únicos garantes del espíritu constitucional.
Esta situación bloquea de facto cualquier posibilidad de reforma de los aspectos que han quedado desfasados o que imposibilitan avances.
La sociedad española no es la misma que la de finales de los setenta. Al proclamarse la Constitución, España no formaba parte de la Comunidad europea, la organización territorial que supone el Estado de la autonomías era algo impensable en aquellos tiempos.
Muchas cosas han cambiado en la sociedad española y en el mundo para mantener el texto constitucional idealizado como una pieza clave (que no digo que no lo sea), inamovible y esclerosada que no facilite la adecuación de leyes a las necesidades de los tiempos que corren.
Según dicen algunas encuestas, 8 de cada 10 españoles son partidarios de una reforma constitucional que adecue la carta magna a las necesidades y retos que nos plantea el siglo XXI. Dentro de esa mayoría social que se muestra partidaria de una reforma, se mezclan distintas sensibilidades que ponen el acento en temas diversos, pero lo que si se pone de manifiesto es que la Carta magna no es un algo inamovible como defiende la derecha.
No quiero terminar sin dar un breve repaso a las declaraciones del diputado Joan Tardà en un acto político celebrado en Barcelona.
Este acto, era en teoría, para manifestar el desacuerdo de ERC con el actual marco constitucional, al parecer hacía frío en aquella plaza y su señoría buscaría alguna forma de entrar en calor y calentósele la boca hasta tal punto que terminó su discurso proclamando vivas a la república y deseando muerte al Borbón. Bien, a juzgar por lo visto y leído, me atrevo a afirmar que los Borbones pueden dormir tranquilos si gentes como Tardà nos tienen que traer la “Tercera”.
Un responsable político no puede hacer estar declaraciones y más cuando la fuerza política a la que pertenece pretende ser un partido de gobierno.
Ya sería hora de que ERC saliera definitivamente de la edad del pavo, que decidiera de una vez que quiere ser de mayor y en el caso de que se decidiera por seguir defendiendo los postulados actuales (por otra parte legítimos), lo hiciera con seriedad y coherencia, sin exabruptos ni manifestaciones que puedan dar oxígeno a los más reaccionario de la derecha política y mediática españolas.
Quemando, insultando o provocando no se construye nada, si no más bien todo lo contrario y no debería extrañar a los dirigentes de ERC el tipo de reacciones que despiertan en la sociedad la conducta a la que nos tienen acostumbrados.
De seguir así, en lugar de fortalecer sus posiciones van a conseguir un resultado contrario y en definitiva perjudicar la imagen de Cataluña, territorio del que se pretenden redentores.
Formar parte del Govern de la Generalitat debería conllevar un plus de sensatez, prudencia y sentido común, por ahora ERC no ha demostrado ser capaz de ejercitar ninguna de esas tres cualidades.
Así nos luce el pelo.
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