sábado, 8 de noviembre de 2008

OBAMA FOR PRESIDENT









El candidato demócrata Obama ha ganado las elecciones por goleada en contra de lo que muchos querían y vaticinaban de forma más que interesada.

Un cambio de ciclo de esta envergadura conviene a los Estados Unidos, después de la etapa de George W. Bush, que ha sumido a aquél país en el caos tanto social como político, dejando al nuevo inquilino de la Casa Blanca toda una serie de conflictos bélicos en marcha de difícil manejo además de una crisis económica de gran magnitud, fruto de las veleidades desreguladoras y de la rapiña ultraliberal.
En este marco de grave crisis económica se hace más difícil poner en marcha políticas sociales capaces de dar un vuelco a la grave situación de una gran parte de la sociedad que se encuentra desprotegida.

La etapa Bush se ha caracterizado por la dureza del discurso y de la acción política, que ha desatendido -como es el caso de New Orleans, azotada por las inundaciones-, las políticas de infraestructuras y a las personas damnificadas.

El capitalismo compasivo que anunciaba Bush al iniciar su mandato, ha brillado por su ausencia.

Con Bush en el poder, se han aupado a puestos de gran relevancia política personajes de la talla y catadura moral de Chenney Rumsfield, destacados apóstoles del pensamiento neocon, conectados en primera persona con el aparato militar industrial que ha visto crecer sus ganancias de forma espectacular con los conflictos iniciados durante esta etapa. Los grupos empresariales de ese sector, no han podido tener mejores valedores.

Obama, elegido presidente de aquel gran país, tiene ante sí asuntos de difícil solución como Guantánamo, ese limbo jurídico inventado por los halcones donde se ha elevado a categoría de sacramento la tortura y el más repugnante desprecio por la opinión pública, tanto americana como del resto del mundo civilizado.

Reconducir los conflictos bélicos de Irak y Afganistán, requerirá buenas dosis de consenso internacional y colaboración europea para que entren en una fase de resolución más o menos definitiva.

Durante estos últimos ocho años la sociedad norteamericana y su gobierno, han circulado por vías distintas sin posibilidad de coincidencia en ningún punto. Los Estados Unidos de América han estado más aislados del mundo que nunca, más odiados o despreciados por muchos, merced a las políticas imperiales de Bush que han ayudado a colocar en el punto de mira de los terroristas a toda la sociedad americana y a sus aliados.

La sociedad norteamericana le ha visto las orejas al lobo en los últimos años de mandato de Bush y se ha dado cuenta de que por este camino sólo se iba al desastre.

Muchos han creído que la sociedad de aquél país todavía no estaba preparada para tener un presidente negro, con la seguridad de que muchos no le votarían por ese motivo, Obama ha ido aglutinando a su alrededor sectores sociales (mujeres y jóvenes) que desean un cambio en las relaciones de América con el mundo y otro estilo de gobernar más sensible con las necesidades y los problemas de la sociedad.

La llegada de Obama al poder es la culminación de un proceso iniciado en la etapa de segregación racial, a las luchas de Martin Luter King y muchos otros y a las políticas de Lindon Jhonson. Obama es consecuencia y causa de todos ellos.

No hay que esperar sin embargo cambios excepcionales en aquél país, no nos equivoquemos. Los cambios serán paulatinos, dosificados dado que la situación económica no da para mucho y porque el ideario de Obama no es precisamente revolucionario, ni tan sólo socialdemócrata, y en hipotético caso de que lo fuera tampoco le dejarían. Obama y su equipo de colaboradores podrán poner un poco de orden en la hacienda pública, revisar la cuestión fiscal, mejorar las condiciones de los sin techo y los parados y con un poco de suerte, iniciar lo que Clinton dejó en el cajón, es decir, crear una seguridad social que diera cobertura sanitaria a esos aproximadamente cincuenta millones de ciudadanos que carecen de ella. Ahí es nada.

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