Aunque hayan transcurrido unos cuantos días no me resisto a hablar de los Mossos d’Esquadra, del Conseller Saura y del entorno que han protagonizado los desagradables incidentes con heridos en los dos bandos, así como una polémica florida, reiterativa y cansina en las tertulias de los medios de comunicación.
Todos quieren tener razón y quieren dar a entender que poseen la clave, el origen del problema y de los males que lo provocan.
A estas alturas, cabe preguntarse quien o quienes mandan en los Mossos, quien o quienes mueven hilos, influencias y resortes que pueden hacer zozobrar el barco de la policía catalana, que se ha pretendido vender a la población cómo una policía diferente, democrática y alejada de los tics autoritarios de la “otra” policía, aquella que vestía de gris, después de marrón y ahora de azul, amén de la que vestía y sigue vistiendo de verde.
La policía en un país democrático debe garantizar y velar por el orden democrático, hable esta en catalán, castellano o indoeuropeo y los porrazos duelen igual si se dan en catalán o en castellano. Que nadie se llame a engaño. El compadreo con la policía no es de recibo en ningún estado democrático, la policía no puede cerrar los ni pasar de largo ante ninguna alteración del orden democrático sea quien sea el que la provoca y su profesionalidad y estricta observancia de las leyes debe presidir sus actuaciones.
Lejos quedan las complicidades de la policía de la transición con las tramas negras de extrema derecha. Si en aquella época lo censurábamos ahora deberíamos censurar también cualquier convivencia policial con actitudes incívicas o antidemocráticas.
El cuerpo de Mossos d’Esquadra fue una apuesta de los gobiernos de CiU y su despliegue vio la luz en aquella etapa en que Aznar hablaba catalán en la intimidad y necesitaba los votos nacionalistas catalanes en el Congreso para sacar adelante sin demasiadas estrecheces sus políticas neoliberales.
Con el cambio de color político en la Generalitat la mano de hierro de Montserrat Tura dio lugar a que la policía catalana no de caracterizara por nada bueno ni malo, doña Montse llevaba las riendas del cuerpo con guante de seda y mano de hierro, incluso cuando se dedicó a visitar burdeles en la zona del Alt Empordà.
Con la llegada de José Montilla a la presidencia de la Generalitat las cosas dieron un vuelco en la policía pues el joven Saura presidente de ICV, reclamó para su formación la siempre conflictiva cartera de interior.
La primera reunión con los jefes de la policía después de tomar posesión del cargo, fue a cara de perro, esos mandos le desafiaron; ahí perdió Saura toda su autoridad, al no cesar de inmediato a la cúpula de los Mossos.
A parir de ahí todo se complicó, trascendieron filmaciones de malos tratos en la comisaría de les Corts y las actuaciones de los Mossos siempre estuvieron rodeadas de polémica.
Todo lo que ha acontecido en esa policía ha dado lugar a pensar que era algo parecido al ejército de Pancho Villa y que el desgobierno presidía el día a día.
Estoy convencido que la poca estima y respeto que se tiene por Saura en la policía catalana se la ha ganado a pulso, pero no es menos cierto de que ahí hay una o varias manos negras que se esfuerzan en dejar constantemente en evidencia a Saura y al Gobierno de la Generalitat, como una medida de desgaste constante siempre a favor de CiU.
Los sindicatos policiales reman a favor de sus intereses, los mandos lo hacen a favor de quienes les nombraron y en contra de quienes no les cesaron y el resto lo pone Saura con su incompetencia e inutilidad más que manifiesta.
Saura políticamente procede del viejo PSUC (pobre PSUC) y está contribuyendo a dilapidar el prestigio y credibilidad que tuvo aquel partido de lucha y de gobierno, cualidades que quedaron demostradas sobradamente cuando en democracia las gentes de este partido asumieron responsabilidades de gobierno.
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