lunes, 20 de julio de 2009

H.HOSPITAL GREGORIO MARAÑON, UNA HISTORIA, VARIAS VERDADES (II)




Decíamos ayer que la desgraciada muerte del recién nacido prematuro del Hospital Gregorio Marañón de Madrid es el resultado de un cúmulo de circunstancias estructurales que han confluido dando lugar a la muerte Ryan.


Estamos asistiendo a todo un conjunto de reacciones de protesta y solidaridad con la enfermera que presuntamente cometió un error en la administración de la nutrición enteral; estos actos que de alguna forma expresan una ira por lo sucedido y un estado de opinión no estructurado pueden calmar la indignación del colectivo enfermero momentáneamente que se siente solidario con un miembro de su colectivo y que sabe que esto sucede y puede volver a suceder cualquier día. Aunque suene mal, lo menos relevante de esta situación, no es el error de la profesional, que aún siéndolo, representa una mínima expresión de ese entramado de responsabilidades no asumidas por parte de las administraciones.



De poco sirven estas reacciones, que por si solas, no hacen otra cosa que servir de cortina de humo que oculta el verdadero problema que ha dado lugar a la situación con que nos encontramos. Mientras el colectivo se manifiesta no se habla de lo que hay que hablar y no se canaliza este estado de cierta movilización en un sentido pragmático.



A juzgar por las declaraciones y opiniones vertidas por miembros del colectivo enfermero, se aprecia un cierto sentimiento de culpa colectiva, que más o menos nos viene a decir: no somos perfectos, no hemos sabido estar a la altura profesional requerida, es imposible dominar todas las disciplinas...... y un largo etcétera de lamentos. Mal asunto, a esto se le llama síndrome de Estocolmo. El colectivo enfermero no puede ser el receptor de todas las patadas que se derivan cómo consecuencia de los déficits estructurales del sistema de salud.



Me parece escandaloso que nos vanagloriemos de ser la octava potencia económica mundial y que al mismo tiempo y sin ningún asomo de rubor mantengamos una ratio de enfermera por habitante propia de países en vías de desarrollo, que seamos capaces de formar enfermeras con un alto nivel de conocimientos y que estas tengan que emigrar a otros países en busca de lo que se les niega en España, a saber: estabilidad en el empleo, mejor retribución y reconocimiento profesional.



Me ha parecido sintomático que bien pocas personas hayan hecho mención al tema de las especialidades que están por desarrollar desde el año 2005. ¿A qué se debe este retraso? Se aducen múltiples causas y factores desde los ministerios correspondientes que nada aclaran y que en el fondo no hacen más que ocultar que el verdadero problema radica en que si se desarrollan las especialidades, habrá que acometer sin dilación una profunda reforma del sistema que también conllevaría un cambio en la organización del trabajo del que a buen seguro la parte actora no continuarían siendo al cien por cien las direcciones de los centros.



Con un colectivo estructurado, con cometidos específicos se acabaría con la figura de la “enfermera todo terreno” que debe servir para rotos y descosidos.
¿Qué actitud han mostrado los principales sindicatos ante esta situación? Más allá de decir cuatro palabras de solidaridad con la enfermera y soltar cuatro tópicos, nada han aportado, más bien ha contribuido a densificar la cortina de humo con su actitud, perdiendo una oportunidad que les viene que ni pintada para poner al día su discurso e iniciar junto al colectivo enfermero todas las acciones encaminadas a dar la vuelta a esta situación. Mucho me temo que dentro de pocos días no se hablará de este asunto y que el colectivo enfermero que podría haber salido fortalecido de esta situación quedará igual cómo estaba; y, quedarse cómo estaba significa retroceder.

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