miércoles, 25 de julio de 2012

SINDICATO SOLIDARIO











Creo que el viejo Barceló estaría de acuerdo conmigo 

Vengo observando desde hace bastante tiempo como crece el nivel de desarraigo o desafección de muchos trabajadores hacia los sindicatos de mayor implantación y arraigo. La historia del movimiento obrero en este país está plagada de episodios de gran generosidad solidaria que daban a esas organizaciones  --y me refiero especialmente a CC.OO— una pátina que las diferenciaba de otras, con un entramado de voluntades que daban un paso al frente cada vez que era necesario para ayudar a cualquier trabajador que lo precisara.

Los sindicatos (el sindicato) con el paso del tiempo han tomado formas organizativas más propias de una expendeduría de servicios para sus afiliados, los que todavía tiene trabajo, claro. Los demás trabajadores son otra cuestión que no con poca frecuencia,  se convierte en munición arrojadiza para que explote en la cara del gobernante a quien, dicho sea de paso, le importan bien poco los parados y sus dramas personales y familiares.

Mientras muchos trabajadores ven con desasosiego como merman sus salarios y sus derechos mientras una casta funcionarial (entiéndase delegados y liberados) medran a sus anchas distanciándose cada vez más de su condición de trabajadores.

La solidaridad con mayúsculas, se ha convertido en una virtud de la que todos hablan y muy pocos practican, y no me refiero a los grandes gestos ni a las grandes palabras que nada llenan las despensas y menos los pucheros.

Esta crisis que golpea sin piedad a toda la clase trabajadora con especial dureza, se ha convertido con excesiva frecuencia en una excusa para que muchas empresas “aligeraran lastre”  merced a las reformas laborales llevadas a cabo primero por el gobierno del PSOE y más tarde con la macro reforma del PP, dejando en la calle a miles de trabajadores que por su edad ya no encontrarán trabajo, perdiéndose un importante capital de experiencia que difícilmente podrá ser transferida a la siguiente generación de reemplazo.

Asistimos al desmantelamiento de las políticas que han caracterizado el estado del bienestar hasta nuestros días, y, esto ha sido en un abrir y cerrar de ojos aunque se veían venir las intenciones que llevaban unos y otros.

La situación de muchas familias con hijos que están en paro habiendo agotado todos los posibles subsidios y ayudas, es dramática. Muchos profesionales de la enseñanza han dado un toque de alerta sobre el ingente número de alumnos en edad de crecimiento que acuden a la escuela sin haber desayunado y posiblemente tampoco han cenado.

Las familias trabajadoras que son víctimas de la voracidad bancaria y pierden sus viviendas por no poder hacer frente a la hipoteca crecen en proporción geométrica año tras año sin que nadie esté haciendo nada válido para evitarlo excepto los movimientos que han surgido espontáneamente para denunciar esta situación e intentar en la medida de lo posible para muchos desahucios.

La situación descrita nos dibuja un panorama dantesco, aterrador, que no hemos sido capaces de imaginar ni en las peores pesadillas. Lo malo de esta situación es que todavía puede empeorar y de hecho empeorará en cuanto se hagan notar los efectos de los últimos recortes que se han producido merced a esa intervención “mágica” por parte de Bruselas,   que nos salvará de todos los males habidos y por haber en el supuesto  que creamos que esa pandilla de delincuentes que nos gobiernan vayan a hacer algo para enmendar el desastre.

Mientras los Sindicatos (el sindicato) andan desnortados, a años luz de la calle, anunciando importantes movilizaciones y poca cosa más. Cada vez es mayor el número de ciudadanos que no quieren ir detrás de los carteles y banderolas sindicales, estando dispuestos a salir a la calle no quieren ser identificados esos engendros burocrático-corporativistas.

Situaciones como la actual en que los más desfavorecidos se ven perjudicados en mayor medida por el recorte de subsidios y el adelgazamiento de las políticas de bienestar (ayudas para comedores, becas, ayudas para libros de texto, Ley de dependencia, ayudas para el transporte escolar, etc.) deberían llamar a la implicación de los sindicatos para tejer una red solidaria que contribuyera a no dejar tirados en la cuneta de la exclusión a los más damnificados por las políticas de austeridad.

No pretendo convertir los sindicatos en ONG, no, no se trata de eso, solo pretendo, recordando lo que habían pergeñado con más sabiduría y sentido común nuestros abuelos y bisabuelos para no dejar a nadie tirado cuando.

Cuando había huelgas se promovían derramas para las cajas de resistencia, cuando el paro venía de la mano del cierre patronal crearon cooperativas de consumo mediante las que se aseguraban tres comidas diarias y que ningún niño se acostara sin cenar.

No pretendo que adoptemos para nuestros días soluciones que antaño fueron buenas. Lo que sí creo que es ineludible es la responsabilidad intrínseca del sindicalismo para con los trabajadores sean afiliados o no. Alguien debería estrujarse los sesos y pensar un poco. Fuerzas las hay, voluntades también y disposición a dar un paso al frente y arremangarse para ayudar, ni se discute, solo falta que la anquilosada burocracia lo asuma y deje de mirarse el ombligo.

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