miércoles, 4 de junio de 2008

ES AMARGA LA VERDAD


Decía Quevedo: “pues amarga la verdad quiero echarla de la boca y si al alma su hiel toca esconderla es necedad.........”

Vemos con estupor que no se escuchan las enseñanzas de nuestros clásicos que con acierto supieron plasmar sobre el papel conceptos moralizantes que muy a pesar del tiempo transcurrido tienen plena vigencia.

Todo lo que afecta a los ciudadanos y a su relación con la clase política que les representa debería estar revestido de una gruesa pátina de verdad, de esa verdad que da al ciudadano un sentido de corresponsabilización con los asuntos que condicionan y afectan a su vida, como parte integrante de una sociedad democrática madura y avanzada.

Estamos asistiendo a demasiados espectáculos penosos de falta de respeto a la inteligencia de las personas. No se puede estar constantemente ninguneando a los ciudadanos y después quejarse del distanciamiento entre la política y la ciudadanía. No se puede ser simpático y buscar la proximidad cuando se pide el voto.

Hay que buscar la empatía y la proximidad siempre, pues lo contrario, es decir, lo que se está haciendo actualmente crea desconfianza, desafección y hastío.

Vemos en la prensa un capítulo más del culebrón que comenzó con el tema de la sequía en Cataluña. Mientras el Conseller Baltasar anuncia que el decreto de sequía se deroga y que no tienen justificación las obras que mediante la construcción de una tubería deberían transportar agua al área de Barcelona, leemos en la presa que el President de la Generalitat aboga por el mantenimiento del proyecto que en un futuro debería servir como conducción de aguas en el caso de que se produjera un episodio similar de seria amenaza de falta de suministro.

No andamos precisamente sobrados de infraestructuras en Cataluña, y por una vez que el Estado decide invertir en Cataluña para solucionar un problema real, no debemos desaprovechar la oportunidad de dotarnos de una herramienta que sin duda será de utilidad. En cualquier caso, habrá que estudiar cuál es el mejor trazado y efectuar las modificaciones necesarias para sacar el mayor provecho a esta obra.

Del Conseller Baltasar no quiero decir nada, pues resultaría ocioso comentar sus actuaciones al frente de su departamento.

No puedo omitir comentarios la actuación del Gobierno Central sobre la forma en que emiten los mensajes sobre lo que no sabemos si es una crisis económica, una recesión o las siete plagas.

Durante los últimos años se ha dicho desde el Gobierno que nuestra economía no paraba de crecer, que íbamos por delante de Europa en ritmo de crecimiento. No se ha dicho sin embargo que este crecimiento se sustentaba casi únicamente en el auge del sector inmobiliario y el crecimiento del consumo interno.

Ahora que no se venden coches, la morosidad aumenta exponencialmente, el consumo interno se retrae y el paro aumenta situándose en niveles de hace diez años, continúan disfrazando la realidad y ocultando lo que todo ciudadano percibe.

No entiendo el motivo de este empeño por cambiar el nombre a las cosas, por minimizar los impactos negativos con palabras vacuas y circunloquios que no hacen más que enervar al personal.

¿No sería mejor decir?: La mejora de nuestra economía está en el mercado externo y para llegar a él, hay que mejorar las tasas de productividad, fabricar productos y materiales con alto valor añadido y para esto, hay que iniciar una profunda reforma de las estructuras productivas, con formación, capacitación y reconversión.

Releyendo a Quevedo me reafirmo en que decir la verdad es altamente productivo y rentable, diciendo la verdad o reconociendo nuestros errores ganamos la confianza y el reconocimiento de quienes nos rodean y si trasladamos esto al terreno de las cosas públicas más todavía por dos motivos: primero, por que el hecho en si mismo ya ennoblece a quién lo protagoniza y en segundo lugar por el reiterado déficit de verdad al que estamos acostumbrados.

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