viernes, 3 de junio de 2011

PENSANDO EN LA SANIDAD




Desde hace días vengo aplazando esta entrada, pienso que no vale la pena, que nadie lo va a leer y que además está todo el pescado vendido en lo que a este asunto se refiere. Mis reflexiones poco van a cambiar lo que está pasando y mucho menos influir. Sin embargo, las tripas y la razón me mueven a expresar mi punto de vista sobre lo que veo y vivo a diario desde hace muchos años: el día a día de la sanidad pública.

Los diferentes y variados actos que se derivan de cómo el nuevo gobierno está encarando la viabilidad del sistema público de salud, no hacen más que ratificarme en lo que hacemos y estamos dispuestos a hacer para salvar algo tan valioso como el sistema público de salud tal y como lo conocemos y entendemos.

Pero cuidado con lo que hacemos y decimos no sea que nos quedemos defendiendo algo insostenible si se sigue manteniendo este modelo organizativo y de dirección.

Desde esta misma página hace años hablaba de la necesidad de romper con el concepto de hospital que pertenece más a finales del siglo XIX que al siglo que acabamos de iniciar, intuyo que mis colegas de la asistencia primaria piensan igual en su mayoría. Someramente: Unos servicios no pueden hacer la competencia a otros, no puede haber duplicidad de servicios a pocos kilómetros de distancia, determinadas intervenciones y tratamientos los deben hacer quienes mejor sepan y puedan atendiendo a la experiencia, disponibilidad, fiabilidad y costes de todo tipo, debería tenderse a equipos multidisciplinares, las jefaturas de servicio no pueden ser inamovibles, habría que desmontar hasta llegar a niveles mínimos el farragoso aparato burocrático-funcionarial que no hace más que entorpecer y además es carísimo…. Y un largo etcétera en que los usuarios deben tener su parte de corresponsabilización, asumiendo que nada es gratis y que no se puede abusar de unos recursos limitados.

Hay una poquedad de ideas sobre qué hacer y qué decir que nos estamos refugiando en los tópicos y poca cosa más. No es poco que un nutrido grupo de personas dejen de hablar de futbol y acudan a una concentración convocada unitariamente por los sindicatos, otra cosa es cuánto van a durar en las concentraciones si los sindicatos o en su defecto el sentido común que emana en ocasiones a los humanos diga otra cosa diferente y acertada y ponga a los trabajadores de la sanidad pública en lucha para defender lo suyo y lo que debería seguir siendo de todos. No olvidemos que además del poder adquisitivo que han perdido las trabajadoras y trabajadores durante años se añade un recorte del 5% llevado a cabo el año 2010, que ha dejado a este sector en peores condiciones y añádase además que Catalunya es la autonomía que peor paga a sus profesionales sanitarios.

No es nada nuevo decir que con la llegada de la derecha al poder en Catalunya esto podía preverse, que si siguiera gobernando el Tripartito esto no pasaría. Seguramente pasarían otro tipo de cosas pero no nos engañemos, el Tripartito ha sido el caldo de cultivo de esta situación. La Consellera socialista Marina Geli, ha sido con diferencia la consellera que más ha apostado por dar oxígeno a los consorcios hospitalarios, entidades de gestión privada y de carácter parasitario de lo público, por hacer desembarcar en los órganos de gobierno sanitarios, elementos procedentes de los consorcios y de empresas de consulting con escasa o nula sensibilidad o querencia por lo público, más bien todo lo contrario. Tampoco Geli se quedó corta a la hora de duplicar cargos y mantener la confianza a otros personajes de probada hostilidad hacia lo que en teoría defendía aquel gobierno. Los socialistas en el gobierno de lo público se han caracterizado por la frivolidad, por el enchufismo más descarado y por el despilfarro en definitiva. A lo largo de su mandato han tomado carta de naturaleza el ejercicio continuado de soberbia de pijo pana, menospreciando y poniendo bajo sospecha a los que desde su misma orilla les estaba diciendo continuamente: ¡por ahí no! Fruto de todo este estado de cosas fue la deserción en masa de los que esperaban con esperanza e ilusión la llegada de la izquierda al gobierno y que ocuparon cargos de cierta relevancia en la legislatura de Pasqual Maragall.

No tardaron en llegar los consultores, los expertos en manegement salidos de ESADE con más ambición que capacidad y más soberbia que conocimientos.
Todo este estado de cosas llegaba al President por diferentes vías, se le comentaba a la Consellera en forma de reflexión amigable, dando esta sonoros portazos por respuesta cuando oía algo que no le gustaba. Nada se hizo desde la Conselleria de salut por dar un vuelco a la crónica situación señalada más arriba y por todos conocida.

Si bien está que seamos capaces de salir del letargo y ponernos en pie para luchar por lo público, mejor estaría que fuéramos capaces de no reivindicar en abstracto y ser capaces de proponer ideas claras, concretas realizables que hicieran el sistema más viable. Estoy convencido de que en esa inmensa cohorte de gentes que opinan y protestan justamente, debe de haber personas capaces de hilvanar y poner en firme propuestas claras, concretas y viables. Propongo que así se haga, desde abajo, desde la base, con resolución y valentía encarando los problemas estructurales y aportando soluciones. Todo sea por desmontar esa falsa creencia de que inexorablemente debemos ir a la privatización de determinadas prestaciones, demonizando lo público y cediendo a la fatalidad de que este sistema ha fracasado por inviable.

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