jueves, 6 de diciembre de 2007

DESPUES DE LAS LLAMAS, DESPUES DEL DESASTRE....

Marina Geli
Consellera de Salut
Bla, bla, bla, bla.........


Una vez más la sanidad pública catalana vuelve a ser noticia. La presa anuncia la infección de unos niños con el virus de la hepatitis C en el servicio de hemodiálisis del Hospital de la Vall d´Hebrón.
Una vez más este centro vuelve a ser noticia por un hecho desafortunado. Este verano fue un incendio en la central generadora de electricidad, ahora una infección con graves repercusiones futuras en la salud del paciente, que en este caso, son niños.
Infecciones de este tipo se producen en todos los hospitales, en pacientes y en personal sanitario que trata con ellos.
Esto no debería ser un consuelo, pues los riesgos hay que minimizarlos a la mínima expresión posible. Para ello son necesarias medidas y medios que no se observan ni aplican en su totalidad.
En un servicio de hemodiálisis los pacientes infectados con este virus, deben recibir tratamiento en un área en la que sólo estén ellos, para acotar al máximo las posibilidades de contagio. Así mismo, el personal que atiende a estos pacientes (enfermeras), deben distribuirse de forma que las que atienden a estos pacientes, no entren en contacto con los no infectados.
Desgraciadamente, en nuestros hospitales las cargas de trabajo por enfermera se han visto incrementadas de forma abusiva en los últimos tiempos y hacen imposible o muy difícil la estricta observancia de todas las normas y medidas por elementales que sean. Ahí tenemos el resultado.
No es cuestión de generar alarmismo, de eso ya se encargan las autoridades sanitarias cuando se produce una incidencia como la que hoy es noticia.
Su falta de capacidad para dirigir adecuadamente genera desastres y consecuencias que en primera instancia recaen en los usuarios y en el personal sanitario, que es quién trata a diario con la enfermedad y el dolor y que en no pocas ocasiones, recibe por la vía administrativa o judicial, los palos que deberían encajar los responsables políticos y los gestores por ellos nombrados.
El economicismo rampante es quién preside cualquier acto o decisión de quienes están al frente de los hospitales públicos y frente a otros capítulos económicos del presupuesto el que sale peor parado es el de personal.
Decía antes, que las cargas de trabajo se han visto sensiblemente incrementadas en los últimos tiempos, ante esta realidad que también han constatado en muchas ocasiones los sindicatos, hay que contraponer el aumento piramidal de cargos administrativos e intermedios. Esto representa un escarnio para quienes reclaman una ratio más justa de sanitarios por número de enfermos.
En el ICS es una práctica habitual sacar por arriba a las personas que muestran diariamente su incompetencia, hasta el punto que se hace obligado su relevo. Es entonces cuando este elemento es promovido para ocupar un cargo de mayor responsabilidad y mayor retribución.
Cualquier persona medianamente cabal estaría de acuerdo en que una persona no debe perpetuarse en un cargo por muy bien que se desenvuelva en el mismo –en el caso de que así sea-,¿cómo es posible que haya cargos de confianza que llevan más de veinte años ocupando direcciones de enfermería?
¿Alguien en esta empresa se ha preguntado por las causas de los altos niveles de absentismo? ¿Todavía hay quienes defienden que la nueva ley que va a guiar los pasos del ICS supondrá un cambio real y positivo?
Un mal guión puede convertirse en una obra maestra con buenos actores, en este caso, aunque el guión fuera bueno, los actores son pésimos.
Al producirse un cambio de color político en la Generalitat, muchos pensamos que había llegado el momento de los cambios. Creímos que las cosas iban a cambiar paulatinamente, pues se partía de un largo periodo de descapitalización y desinterés por parte de la derecha nacionalista, que tenía los ojos puestos en la externalización de servicios y la gestión privada de los existentes.
Hemos visto que en la práctica, el modelo de gestión es el mismo y no se vislumbra un futuro mucho mejor.
Las políticas son las mismas y el toque de soberbia que adorna a todo gestor, en este caso es aún más visible.
Los que creemos en lo público y nos reclamamos de izquierdas, estamos decepcionados y lo peor de esta situación, es que no podemos esperar que otro cambio de color político haga pensar que las cosas puedan ir a mejor.
Si gobiernan los “nuestros” - que en teoría deberían ser más sensibles con los temas que afectan a los ciudadanos, potenciando los instrumentos y políticas que consoliden el estado del bienestar, con un modelo sostenible- y lo hacen como la derecha, ¿a quién nos quejamos?
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