jueves, 24 de mayo de 2007

LA MALA EDUCACIÓN II

Este vecino mío anda muy preocupado con este fenómeno.
Acudo de nuevo a mi cita con el blog abordando la segunda entrega de la Mala educación, sin el menor entusiasmo de que si algún estúpido maleducado lo lee y se siente identificado, se plantee iniciar un periodo de reflexión que conduzca a una mejora de sus pautas de conducta sociales. El fenómeno está demasiado arraigado.
En la época estival, legiones de maleducados toman la calle, las playas, las terrazas y demás espacios públicos dónde se pone más de manifiesto el grado de energumenismo de cada uno.

Detesto a las personas que hablan a voces en cualquier parte, ya sea en una sala de espera del ambulatorio, en el transporte público o en un bar. Hay que diferenciar al individuo vehemente con tono de voz fuerte del que habla a gritos de forma inmisericorde. He llegado a la conclusión de que la banalidad del tema de discusión no va en relación con los decibelios. La elevación del tono de voz va en relación con la necesidad que tenga el individuo de autoafirmarse. No importa si este año hace más calor que el año pasado, para el que defiende esta tesis este año es más caluroso y refuerza sus argumentos sin ningún dato, sólo lo hace con su voz que normalmente suele ser muy desagradable.
Este tipo de personas normalmente no dejan hablar al otro y cada vez que intenta meter baza aumentan despiadadamente las gesticulaciones y los decibelios.
Otro tipo de energúmeno es el chistoso, el que vaya donde vaya tiene que ser el centro de atención y su forma de conseguirlo es explicar chistes y vomitar frasecillas ocurrentes siempre en un elevado tono de voz. Estos individuos suelen acompañar sus peroratas con golpecitos rítmicos y cadenciosos en el brazo de la persona que tienen al lado. El grado de aceptación y por tanto de éxito de este mal educado va relacionado con el grado de estupidez de su público que por semejanza con él o por prudencia le ríen las gracias.

Las féminas no son menos maleducadas que los hombres pues a pesar de las diferencias beben de las mismas fuentes.
No es nada raro encontrarse sentado en una terraza y verse rodeado de niños cuellicortos y chillones que campan por sus respetos corriendo, gritando y molestando a alguien que sólo intenta tomarse un café y leer el periódico. Mientras las madres en alegre jolgorio están criticando a sus maridos, a sus suegras o la las amigas ausentes; sólo y recalco lo de sólo, muy de cuando en cuando pegan un grito: ¡Josua!, no molestes al señor!¡que te voy a dar!!!...
Es necesario hablar de la indumentaria de estos especimenes. Los hombres en época estival suelen vestirse con una camiseta sin mangas, pantalón corto y chanclas. No es nada extraño que el individuo se adorne con una cadena de oro (falso la mayoría de las veces) de un grosor considerable y en las muñecas algún que otro brazalete o cadena de la misma quincallería.
Aunque atenten contra las más elementales normas de la prudencia, la estética o el saber estar, ellas se embuten en pantalones con dos tallas menos de lo que deberían, camisetas cortas de las que se pegan al cuerpo por las que asoman lorzas, michelines y los tirantes de un sostén que suele ser negro.
El pelo de estas mujeres suele estar bastante descuidado lo que suelen atribuir a que con la playa no vale la pena dedicarle demasiado tiempo.
Hasta aquí un breve repaso de la fauna que se despereza para asaltar un año más las playas y las calles de las poblaciones costeras.
Es importante remarcar que las lecturas preferidas de esta fauna son bastante exiguas: ellos prefieren el Marca, Mundo Deportivo y As. Ellas Diez Minutos, Hola y Qué me dices. Creo que esto explica muchas cosas.

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