lunes, 28 de mayo de 2007

LA MALA EDUCACÍÓN y III

Doña Isabel anda preocupada por la educación de Paquirrín

De nuevo estoy aquí para concluir con esta tercera entrega la trilogía sobre la Mala Educación. No resulta nada fácil, -por lo menos a mí- hablar con desparpajo de esta faceta de la condición humana, pues aún tratando de ser objetivo uno puede caer fácilmente en el despellejamiento gratuito.
Supongo que cada uno es como es y no puede ser de otra manera o ¿sí puede?- me decanto claramente por un “sí pero”.
Todos hemos conocido individuos con escasa formación que gozan de unos modales exquisitos totalmente desprovistos de almíbar y florituras. ¿Dónde han aprendido a comportarse educadamente? Me inclino por creer que existen cualidades innatas que hacen que este adopte códigos y pautas de comportamiento homologables con los estándares convencionales de educación. En definitiva, el individuo incorpora lo que ve y no le es ajeno ni le parece extraño, ni siente que interpreta un papel.
Por otra parte, el energúmeno que todos conocemos se siente ajeno a cualquier código de comportamiento estándar de buenos modales y educación. Él tiene el suyo propio y se desenvuelve con más o menos primitivismo en su día a día.
La buena educación no es directamente proporcional al nivel de estudios o conocimientos. Ya sé que esta afirmación puede parecer contradictoria después de todo lo que he dicho, sin embargo creo sinceramente que es así y la experiencia cotidiana me lo demuestra.
El nivel de estudios y el estatus social no son sinónimos de buena educación. El primitivismo moral puede ir acompañando a un currículo académico brillante.
Conozco a persones con tres carreras y que hablan tres idiomas y son unos auténticos garrulos.

Observo con estupefacción el tuteo gratuito a que son sometidos personas de edad avanzada por parte de personas muy jóvenes. Este signo evidente de mala educación está demasiado extendido en nuestros días y resulta chirriante a oídos de muchos que como yo quizá tenemos la mala costumbre de hablar de usted a las personas de edad y también a las personas que no conocemos, también tenemos por costumbre ceder el asiento a una embarazada o a un anciano ante la mirada indiferente de algún joven o menos joven que también se ha contaminado de las malas costumbres.

Ya que la educación parece que ya no se enseña en casa, tendríamos que ir pensando en que quizás las autoridades educativas deberían incorporar a las materias curriculares la enseñanza de los buenos modales, urbanidad y comportamiento cívico.
Es realmente triste observar como los padres han dimitido de su responsabilidad en la formación de los hijos. Todo se deja a la escuela, se pasa la responsabilidad a esta de toda la formación del individuo. Esto no puede dar buenos resultados. La formación se inicia en el seno familiar y los padres deben ser un ejemplo que puedan seguir sus hijos. Un buen ejemplo en definitiva. La escuela debe hacer el resto aplicando con severidad la sanción justa a las faltas de civismo y respeto que merecen los profesores y el resto de alumnos.
Se debe dotar a la escuela de mecanismos para que pueda ejercer su cometido y la ley debería poder actuar sobre los padres que no cumplen con su obligación y se enfrentan violentamente con los enseñantes cuando estos aplican sanciones a sus hijos por mal comportamiento.

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