domingo, 17 de junio de 2007

EN EL COR DE LA CIUTAT NO SE ENTERAN




Asamblea permanente en un hospital en protesta por el contenido del COR DE LA CIUTAT

Me veo en la obligación de escribir de nuevo sobre un asunto que ya en su día me provocó cierta ira y disgusto. Me refiero al trato que dan los guionistas de culebrón de TV3 conocido con el nombre de “El cor de la ciutat” al colectivo de enfermeras.
Este culebrón que está durando demasiado, hace honor al dicho popular: “nunca segundas partes fueron buenas”. El dichoso culebrón que trasladó a la familia Peris del noble barrio barcelonés de Sant Andreu del Palomar al no menos barrio ni noble sector de Sants-Montjuich, ha convertido esta serie en una constante sucesión de hechos desgraciados y malos rollos. En definitiva los del “Cor” son una “colla de ploramiques”, que no paran de darnos la sobremesa con sus amarguras. A las pruebas me remito: Al hijo del zapatero Benjumea por su mala cabeza las cosas le van de mal en peor, a su hija le amputan una mano, él acaba largándose para engrosar el ejercito de excluidos sociales y sin techo, al Peris abandonado por su mujer y ya emparejado de nuevo, la ex es diagnosticada de un tumor cerebral, el churrero-roquero, se queda sin churrería……Suma y sigue.

Creo que los guionistas padecen una crisis de creatividad y no saben de qué forma salir del atolladero en que se han metido ellos solos. En vista de la situación, me atrevo a pedir a quienes corresponda que den por finalizado este despropósito y busquen una forma elegante de acabar con el culebrón, de lo contrario las listas de espera de los centros de salud mental van a engrosarse escandalosamente.

El trato que ha recibido el colectivo de enfermería, ha sido penoso. La enfermera inexperta que produce la sordera a su sobrino al administrarle una dosis caballuna de gentamicina, ha cogido el camino señalado por los guionistas: la han convertido en drogadicta pastillera. ¡Pobre chica! Está visto que en esta vida no hay nada peor que caer en manos de un guionista de culebrones con poca sensibilidad.
Ya se vio en su día que el error era inducido y que la otra parte responsable no cargó con su cuota de culpa.

Ya sería hora de cambiar algunas tendencias y actitudes. Las enfermeras merecen un respeto por el trabajo que desarrollan y no es de recibo que les den este trato. Estamos demasiado acostumbrados a que en los trabajos cinematográficos se las pinte de frívolas, tías cachondas con ligueros dispuestas a complacer al médico guaperas o bien desempeñando el tradicional rol de sumisa a las órdenes del médico.
Esta profesión es mucho más que esos estereotipos y ya es hora de romper con estas pautas de actuación, máxime cuando se trata de una producción pagada con dinero público que además pretende reflejar la realidad social en la que vivimos.

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