domingo, 10 de junio de 2007

MARCELINO CAMACHO ABAD

Esta cara se le puso a Marcelino al conocer la noticia de su homenaje.

Ayer como cada sábado desayuné con mi Tito Ferino, es un desayuno de los de antes, es decir, con vino tinto pan para mojar y pitanzas casqueríles que precisan de cuchillo y tenedor para ser engullidas. Esta es una sana costumbre que contribuye sin lugar a dudas a que uno sea un poco más feliz. Ni que decir tiene que la conversación y los cafés forman parte indispensable de este acto sabatino junto a la visita al amigo Soms que tiene una tienda de vinos donde nos aprovisionamos de buenos caldos para los ágapes del fin de semana.
Este sábado hemos pedido a Doña Bego que nos pusiera en una mesa grande para poder colocar en un sitio de honor a dos amigos que en último momento excusaron su asistencia por motivos de salud. Estos eran: Marcelino Camacho y Nicolás Redondo

La conversación de este sábado –entre otros temas- giró entorno al anunciado homenaje que UGT dedicará a Nicolás Redondo con motivo de su 80 cumpleaños. Me alegró mucho conocer esta noticia, pues esto quiere decir, a mi modesto entender, que en UGT hay personas con la cabeza en su sitio y que saben estar a la altura de las circunstancias y aparcar todo lo aparcable, aplicando aquel viejo dicho: “agua pasada no mueve molino”.
Me alegra saber que la generación que ha sucedido a Nico no está presa del síndrome que lleva obsesivamente a “querer matar al padre”.
Me temo que este no es el caso de CCOO. Marcelino Camacho que fue máximo dirigente de este sindicato, está desaparecido, no se le nombra, no se le hace un homenaje como debe ser y como merece. Si yo fuera mal pensado, diría que a Marcelino le ha sucedido como a León Trotsky, que con la llegada de Stalin se le borró de las fotos firmándose su acta de defunción civil y política.

Supongo que el paso de Marcelino por CCOO no fue siempre un camino de rosas, que seguramente tuvo sus más y sus menos con las diferentes formas de ver y entender la lucha sindical con sus compañeros y que en este camino, se rompió alguna que otra cosa.
Por muchos desacuerdos y disensiones que pudieran existir, creo que las aportaciones de Marcelino Camacho a la lucha antifranquista y a la recuperación del movimiento obrero en aquellos años de plomo, pesan mucho más que los disensos políticos o personales.
Creo que ya es hora de aparcar estos resentimientos y este injusto “pase de factura” que se le está haciendo a Marcelino.
En este periodo histórico en que tanto se reivindica la recuperación de la memoria, parece que no nos queramos aplicar esta suerte de catarsis a nosotros mismos.
Si la II República no fue santa república, y en esto supongo que todos estamos de acuerdo, la biografía de Marcelino también tendrá seguramente sus páginas menos brillantes. De esto estoy convencido, sin embargo insisto en que la aportación de este líder sindical tiene sobrado mérito como para que se le reconozca, por lo menos por los suyos.
Con demasiada frecuencia olvidamos lo que somos y de dónde venimos y que el presente es consecuencia de un más o menos inmediato pasado que está ahí todavía aunque no nos guste y debemos reconciliarnos con él para aprender e intentar no repetir los errores.
Estas líneas son mi personal y sentido homenaje a Marcelino Camacho, yo ya he cumplido. Ahora les toca a los compañeros de CCOO.

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