lunes, 14 de mayo de 2007

MANZANAS PODRIDAS


Juan Pablo II desde el cielo, medita sobre la Doctrina Social de la Iglésia

Cada día nos enteramos de alguna noticia relacionada con el mal ambiente de trabajo y sus consecuencias. Este fin de semana ha aparecido en el País, un interesante artículo sobre el tema basado en un estudio de la Universidad de Washington.
En este artículo se habla de “manzana mala” y “matón de oficina” como definición de elementos generadores de mal ambiente en el lugar de trabajo. Este estudio sólo habla del coste económico que ocasiona a las empresas el fenómeno en lo que hace referencia a productividad.
Me parece un sarcasmo que las empresas sólo se preocupen de estos fenómenos en clave de productividad y costes laborales. Supongo que es su lógica y no puede ser de otra manera.

Este fenómeno, a mí entender, es un primo hermano del famoso “mobbing” o el mismo fenómeno ejercido por otras personas con otras variables y fines similares: ejercer poder sobre los demás. Los resultados de este dominio perverso, son ya otra cosa si introducimos el factor productividad.

Este no es un fenómeno nuevo, desde que el mundo es mundo de una u otra forma ha estado ahí, adquiriendo en cada época una morfología distinta, sin embargo el resultado ha sido el mismo: sufrimiento para quién lo padece.

Los individuos que ejercen el mobbing en cualquiera de sus formas de presentación, son individuos con muchos complejos, tienen una personalidad egocéntrica y narcisista, con escasa conciencia de que están haciendo daño: el fin justifica los medios. A menudo la envidia es el factor desencadenante: ven en el otro, valores virtudes o conocimientos de los que ellos carecen.

Estos individuos, generan un ambiente de trabajo tóxico en el que se hace difícil trabajar con normalidad. El individuo objeto de acoso, está permanentemente ansioso y se vuelve desconfiado, encerrado en su problema, viviendo en el vacío que se hace a su alrededor. La reacción de los compañeros de trabajo normalmente es de no inmiscuirse y mantenerse al margen para no ser también objeto de acoso.
La víctima de acoso moral, acaba sintiendo culpa, cree que ha hecho méritos para ser objeto de acoso como consecuencia del déficit de autoestima que la situación le ha creado. La caída en depresión acompañada de efectos somáticos es el estadio final que puede acabar en autolísis.

Este dramático panorama descrito, es demasiado frecuente en nuestro entorno. No importa quién ejerza el acoso. Ya sea un mando intermedio, un empresario o un empleado con poca disposición para el trabajo y escasa moralidad. Los resultados son devastadores para quién los sufre y muy a menudo, la víctima sufre además el vacío de sus compañeros y del propio entorno familiar.

Desde los sindicatos se debería dar más importancia a este tema, pues con frecuencia es etiquetado como un episodio de mala relación personal o de forma muy ligera como hecho puntual poco significativo que deben solucionar las partes.
Quiero pensar que la poca atención que merece este fenómeno, viene motivado por la escasa comprensión del mismo o por considerar que no se cuentan con los necesarios instrumentos para intervenir. Sea cual sea la causa, tendrán que estudiar el tema que no es poco importante ni menor.



1 comentario:

Carmen dijo...

Excelente articulo. Solo discrepo en una cosa:
Los Matones de Oficina y los que practican mobing, si tienen conciencia de daño.
Precisamente el "daño" es el elixir que les hace sentirse dioses.